Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas es uno de los objetivos marcados por Naciones Unidas en su Agenda 2030 y, en concreto, en su ODS 5. Pero, el de la igualdad entre los géneros no es un objetivo cualquiera, importante de por sí, en virtud de los principios de justicia y equidad, necesarios para avanzar hacia un modelo de convivencia que garantice los mismos derechos y obligaciones. El ODS 5 es un objetivo transversal e indispensable, un catalizador para lograr un futuro sostenible para todas las personas. Sin igualdad no es posible un desarrollo sostenible.
193 países refrendaron la Agenda 2030 de Naciones Unidas para el desarrollo sostenible, en septiembre de 2015, como un plan de acción y una nueva hoja de ruta en favor de las personas, el planeta y la prosperidad, y que aspira a fortalecer las bases de la paz mundial y el acceso a la justicia. Un plan de acción que pretende abordar de forma universal, colaborativa y en alianza los mayores desafíos a los que se enfrenta la humanidad.
Erradicar la pobreza y el hambre, reducir las múltiples desigualdades, hacer frente al cambio climático, hacer de las ciudades, entornos resilientes y sostenibles, poner fin a los conflictos y mantener la paz con instituciones sólidas, son algunos de los objetivos que propone la Agenda 2030 de Naciones Unidas con un horizonte temporal fijado en el año 2030.
ODS 5, necesario y transversal
El compromiso y el impulso de la Agenda 2030 con la igualdad de género es notable, integral y transversal. El objetivo de desarrollo sostenible 5 (ODS 5) de la Agenda 2030 y sus respectivas metas, basado en los compromisos y normas recogidos en la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing y en la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) plantea que:
“La igualdad entre los géneros no es solo un derecho humano fundamental, sino la base necesaria para conseguir un mundo pacífico, próspero y sostenible. Lamentablemente, en la actualidad, 1 de cada 5 mujeres y niñas entre 15 y 49 años de edad afirmaron haber experimentado violencia física o sexual, o ambas, en manos de su pareja en los 12 meses anteriores a ser preguntadas sobre este asunto. Además, 49 países no tienen leyes que protejan a las mujeres de la violencia doméstica. Asimismo, aunque se ha avanzado a la hora de proteger a las mujeres y niñas de prácticas nocivas como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina (MGF), que ha disminuido en un 30% en la última década, aún queda mucho trabajo por hacer para acabar con esas prácticas”.
En este sentido, la Agenda 2030 no deja lugar a la interpretación. El desarrollo solo será sostenible si sus beneficios alcanzan y benefician de igual forma a mujeres y hombres. Y, los derechos de las mujeres, según ONU Mujer, en su informe “Hacer las promesas realidad: La igualdad de género en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, “solo se harán realidad si forman parte de esfuerzos más amplios para proteger el planeta y garantizar que todas las personas puedan vivir con respeto y dignidad”.
En cualquier lugar del mundo, mujeres y niñas experimentan múltiples desigualdades y formas de discriminación, incluidas las basadas en su sexo, edad, clase social, capacidad, origen étnico, orientación sexual o identidad de género y estatus. Garantizar los derechos de las mujeres y las niñas, cubrir sus necesidades, y habilitar mecanismos de participación, son piezas clave en la implementación de la Agenda 2030. Avanzar en esta línea propuesta en la nueva hoja de ruta de desarrollo sostenible fijada por Naciones Unidas, exige la movilización y la asignación de recursos suficientes para impulsar las políticas y los programas que contribuyan a su consecución.
Globalización 4.0
Si bien es cierto que el potencial de la Agenda 2030 para asentar los pilares de un futuro común, así como para transformar la vida de las mujeres y las niñas de todo el mundo, es alentador; también es cierto que el escenario actual marcado por la Globalización 4.0, requiere la construcción de una arquitectura global y multiconceptual que recupere los valores de humanidad, inclusividad y sostenibilidad. De no ser así, los derechos de las mujeres se seguirán topando con innumerables resistencias.
La Agenda 2030 es, sin duda, un gran catalizador para trabajar por el cambio, en un entorno marcado por la incertidumbre y la necesidad de afrontar grandes desafíos universales como frenar los efectos del cambio climático y la degradación ambiental que avanzan a un ritmo sin precedentes; la inestabilidad de la economía global tras casi una década de crisis; la instauración de políticas excluyentes que ahondan en las divisiones sociales, y que favorecen un clima de conflictos y la inestabilidad; además, del drama humano que deriva del fenómeno migratorio de millones de personas que se ven forzadas a desplazarse debido a los conflictos y a las catástrofes humanitarias, tal y como evidencia, sin ir más lejos, el informe de riesgos globales 2019, de la Cumbre de Davos.
Y en medio de este escenario incierto, “la promesa de la igualdad de género -tal y como afirma ONU Mujeres-“no solo no se ha cumplido, sino que, además, los derechos de las mujeres se enfrentan a una resistencia renovada desde diversos tipos de fundamentalismos”.
Siendo este el nuevo escenario mundial, la implementación de la Agenda 2030 es, si acaso, un punto de equilibrio, que enfatiza los valores de sostenibilidad, de igualdad, de la paz y de progreso humano, frente a posturas radicales; para seguir avanzando en la senda del desarrollo sostenible sin dejar a nadie atrás y poder mejorar la vida de las personas que se encuentran más rezagadas; compromisos indispensables para crear sociedades inclusivas y economías sostenibles.
Raquel Paiz, periodista especializada en RSC y Desarrollo Sostenible
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